La cuestión es que ya estaba en el bus, tenía
toda la noche para olvidarme de la legislatura y demás cuestiones menos
interesantes que, VIAJAR. Para variar, habíamos decido quedar ahí por que ella
estaba en una granja cerca de San Juan y así podíamos ir subiendo juntos, pero
ninguno había dedicado mucho tiempo en planear el viaje, mucho mejor.
Después de unas 14 horitas en un autobús, llegue
a San Juan, un poco aturdido pero al volver a sentir la mochila en los hombros
noté que sin querer se me escapó una pequeña sonrisa. Estaba fuera de cualquier
rutina, al menos por un tiempo. Empecé a caminar, por supuesto sin saber a
donde iba, era temprano, las 6.00 si mal no recuerdo. La ciudad estaba dormida,
pero a cada cuadra que avanzaba notaba que iba despertándose de apoco. Sin casi
darme cuenta había caminado unas 20 cuadras y llegué a la casa de Sarmiento,
era una casa de gruesos muros de adobe. En la visita hacían hincapié en que
había resistido tres terremotos que prácticamente habían arrasado la ciudad
entera, lo que llevó a plantearme otra vez la misma cuestión ¿Por qué cuando
digo que me interesan las construcciones tradicionales como las de adobe la
gente se extraña tanto? Si están adaptadas al entorno, ya sea climáticamente o
estructuralmente ¿que necesidad tenemos de tanto hormigón o de tanto vidrio?,
la verdad es que creo que la gente vive tan deprisa que no se para a
cuestionarse nada.
La verdad es que ninguno nos planeamos que
estuviera tan lejos, pero como íbamos poniéndonos al día de nuestras aventuras
no nos dimos cuenta que íbamos a llegar hacia las doce de la noche, por suerte
encontramos lugar para quedarnos. A la mañana siguiente nos despertamos tarde,
sin prisa, fuimos a comprar algo para desayunar y con toda la calma del mundo
nos tomamos unos matecitos mientras desayunábamos. Salimos a pasear cuando más
calor hacía, caminamos buscando un mirador que llegamos a la conclusión que no
existía y terminamos comiendo a la orilla del río, todo lo que se veía
alrededor era inmenso, la vista se te perdía en el horizonte y si girabas la
cabeza ahí estaba la cordillera, un muro gigantesco que se perdía en el cielo.
La verdad es que la inmensidad del paisaje te hacia tan pequeño, que solo
apetecía seguir contemplándolo sin importar que pasara el tiempo.
Ya descansados al día siguiente nos despertamos
con un objetivo, llegar al parque del Leoncito, solo había un problema no había
transporte publico, las excursiones eran carísimas y estábamos en una zona casi
desierta donde apenas pasaba un coche. Pero ahí fuimos, decididos caminamos
hasta la salida del pueblo, por el camino nos compramos unos panecillos con
chicharrones, una bomba vamos, par que nos diera la energía necesaria. Y ahí
nos plantamos, en una hora más o menos creo que solo pasaron un par de camiones
que seguro no iban al parque. Mientras jugábamos con unos perros callejeros
atraídos por el olor de la panceta calentita de nuestros panecillos, un coche
nos “da” las largas desde la distancia, tenía algo escrito en el lateral pero
no alcanzábamos a ver, era un cuatro por cuatro parecido al que usa la policía,
yo ya pensaba que nos iba a echar diciéndonos que en un parque natural no se
puede hacer dedo o cualquier otra chorrada, pero una vez más (y ya van un
montón en este viaje) tuvimos una suerte que todavía no soy muy consciente, era
uno de los guarda parques, Ricardo. Un tipo realmente divertido, que por
supuesto nos llevó encantado. Nos fue explicando un montón de cosas y yo
aproveche para bombardearle a preguntas que el encantado me respondió. Antes de
llegar nos desviamos en un antiguo lago enorme, ya seco, me está pasando mucho
durante este viaje, no tengo palabras para describir la inmensidad, ni las
sensaciones que transmiten esos paisajes y estoy seguro que con las fotos
tampoco lo consigo, pero bueno quedaran gravadas en mi retina para siempre. Una
vez en el parque visitamos una antigua construcción de adobe, que se estaba
viniendo abajo por que le había empezado a entrar agua por la cubierta y ya
sabéis en las construcciones con tierra lo más importante son ¡unas buenas
botas y un buen sombrero!, Lo que se podía visitar dentro del parque no era muy
grande pero sin duda mereció la pena. Cuando termino su jornada nos volvió a
llevar de vuelta al pueblo, habíamos visitado el parque y no habíamos gastado
ni un peso y por supuesto ¡lo que es gratis sabe mejor!
Nos sentíamos en racha
y como el autobús de vuelta era tardísimo nos pusimos ha hacer dedo de vuelta a
San Juan eran como unas 4 horas de viaje. Como estábamos medio de cachondeo no
nos dimos cuenta que pasó bastante tiempo, pero por suerte un tipo nos levanto
cuando ya estaba anocheciendo, era una ranchera antigua y nos metimos en el
maletero, no pudimos hablar con el tipo pero parecía realmente amable puesto
que se paraba a cada rato para preguntarnos íbamos bien. Cuando llegamos a San
Juan estábamos cansados nos dormimos enseguida, creo que era ya miércoles
cunado fuimos a visitar una bodega, ¡que vinos más ricos tienen en Argentina! Y después de la cata de unos Shirac,
Cavernet Saubignon, Malbec y Torreontes, tomamos el colectivo camino
Ichigualasto, al norte.
Al llegar nos encontramos con el mismo problema que en
el Leoncito, el pueblo estaba a unos 70Km del parque y no había transporte
público, solo había unas excursiones que se escapaban de nuestro presupuesto y
además no tienen en nuestra forma de viajar, se piensan que todos los europeos
son ricos. Así que otra vez con mucha ilusión nos pusimos a hacer dedo mientras
tomábamos unos matecitos para amenizar la espera, no llevábamos ni tres
chupadas cuando se para uno ingeniero que estaba construyendo el tendido
eléctrico que cruzaba el parque, para unirlo con la parte chilena. Aun que me
dolió dejar el mate a medias, ahí fuimos directos al parque. El parque era
impresionante, pero me decepciono el circo que tienen montado, era un saca
cuartos, solo se podía acceder en tu vehículo en unas caravanas enormes, por
suerte nos acoplamos a una pareja de porteños, que aunque no parecían demasiado
contentos accedieron a llevarnos. Nos quedamos a dormir en el camping del
parque, donde conocimos a un tipo que estaba recorriendo en bici desde tierra
de fuego, a
Nos paramos en la orilla de la carretera a
hacer dedo y mientras comíamos unas granadas que robamos por el camino, en
apenas unos minutos nos paro una ranchera nueva, con un matrimonio de
Bolivianos dentro que nos dijo que nos llevaba en la parte de atrás, en el mapa
parecía que estaba cerca y como estábamos en una zona casi desértica, para nada
me esperaba lo que se venía, la carretera giro hacía la colina montañosa y se
dirigió a toda velocidad hacía ella, desde atrás veíamos como se alejaba el
desierto y empezaban las montañas , la carretera empeoro pero no aminoró la
marcha y con toda la potencia de su auto nuevo iba dejando un rastro de polvo
tras de sí, como un avión al surcar los cielos. El paisaje se volvía cada vez
más impresionante, las montañas eran cada vez más grandes y para nuestra
sorpresa ya llegando arriba leímos un cartel “ruta del Inca”, se estaba
haciendo de noche y nosotros seguíamos en la parte de atrás de una ranchera
viendo el atardecer, ya casi de noche llegamos a nuestro destino, pero cuando
nos bajamos y le pregunto que hacía donde se iba a Catamarca nos dijo que
subiéramos que le nos llevaba que le pillaba de camino.
Nunca había echo dedo
de noche, pero sin dudarlo volvimos a echar las mochilas en la parte de atrás
nos acomodamos y con dos golpecitos en el capo seguimos el camino. El tipo
(nunca nos dijimos los nombres) conducía a mil por hora o esa sensación daba
desde atrás, pero daba igual, enseguida apareció la luna, estaba enorme como un
gran queso de gruyer redondo, enseguida aparecieron las estrellas, la cruz del
sur era nuestra única guía en aquella impresiónate noche, efectivamente íbamos
hacia el norte, estábamos en el buen camino, la inmensidad del paisaje
enmudecía, yo no quería que el viaje se terminara, nunca había ido en la parte
de atrás de una ranchera de noche y mucho menos con un cielo así, que pena no
saber más sobre estrellas, pero con solo mirarlas bastaba, este viaje sin duda
creo que lo recordaré por mucho tiempo. Muy a nuestro pesar llegamos a nuestro
destino un cruce de carreteras donde solo había una garita de policía y un bar
y además la noche estaba bien entrada, pero la verdad ninguno nos pusimos
nerviosos si no encontramos sito para dormir a una mala la noche pasa, pero
quien quiere algo lo encuentra, y le preguntamos al poli a ver si nos dejaba
montar la tienda detrás de su garita, sin ponernos la más mínima pega nos dijo
que si, por lo que fuimos a cenar algo que nos lo habíamos ganado. Cuando llego
la hora de montar la tienda fue un cachondeo, que si aquí no que hay un sapo,
que el perro me mira, que no vamos a entrar pero Anita no sabe que a uno de
Bilbo y encima cabezota, no se le puede decir que ¡no se puede! Conseguimos
entrar en una tienda de uno con todas las mochilas y aunque Ana se empeñaba en decir
que no, yo creo que entraban el perro y el sapo que teníamos durmiendo al lado.
No entiendo muy bien como pero dormimos genial.
UN ABRAZO MUY GRANDE Y
BUEN VIAJE FLACA!!!